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ESCULTURA DE ÁFRICA NEGRA

Aunque los caracteres técnicos sirvan para diferenciar estilos y relacionar las obras con sus autores, hay en toda obra escultórica africana unas bases comunes sobre las que se sustenta y que, en cierta medida, unas son determinantes del propio arte y otras muestran circunstancias en que se expresa éste y que compendiamos así:

Religiosidad: En un sentido o en otro el arte africano está al servicio de la religión no tanto porque tienda a representar la pinidad, cosa que generalmente no hace, sino porque se sirve del arte para atraerse la energía positiva y rechazar las fuerzas contrarias al hombre. Para entender esto, hay que considerar que el africano concibe la vida y el cosmos como una energía universal que rige todas las cosas y de la que participan todos los seres. El Ser Supremo, creador, todopoderoso y omnipresente sería el principio de esta energía, pero su relación con el mundo es nula ya que se ha limitado a proporcionarle esa fuerza vital que luego cada ser, por sus propios medios, debe apropiarse cuanto más mejor. No es un dios encarnado que intervenga en los asuntos humanos. Este cuidado se deja a unos intermediarios entre él y los hombres que son los que verdaderamente actúan en la vida de éstos.

Uno de los primeros puestos entre la multitud de genios y espíritus que acechan la vida humana está reservado a los antepasados de la tribu y, en especial, a la primera pareja a quien Dios otorgó el aliento vital; junto a ellos se situarían otros «grandes espíritus» cuyo número y designación dependerán de los persos grupos. Por debajo de éstos estarían los más bajos y ruines genios que pueden tener los mismos vicios y defectos que los humanos y manifestarse con diferentes formas: montaña, valle, rayo, trueno, árbol, etc. De alguna manera podríamos decir que estos espíritus son como las almas de las cosas y todo, tanto lo inpidual como lo colectivo, tiene su propio espíritu y ocupa una posición jerárquica determinada por su grado de pureza y espiritualidad con respecto al Ser Supremo.

El hombre y su entorno son el escenario donde todos estos genios y espíritus actúan de un modo imprevisto y como quiera que tienen capacidades semejantes a las de los humanos, éstos pueden manejarlos mediante una serie de ritos o hechizos para traerlos a su favor o rechazarlos. De aquí el papel destacado que desempeña la magia que no es otra cosa que emplear fuerzas naturales para que, alejando o atrayendo lo que convenga, se pueda acrecentar la energía vital que es lo que debe hacer todo hombre. En este proceso de relación hombre-espíritu el hechicero se convierte en un personaje central proponiendo a los humanos métodos y medios para salir vencedor en este enfrentamiento. El arte, a su vez, es el que va a proporcionar los objetos necesarios para ceremonias y ritos de toda índole convirtiéndose, así, en un arte sagrado porque está a disposición de la fuerza vital que procura atraer. Esta perspectiva no se puede perder incluso en manifestaciones de carácter lúdico.

Relación con la naturaleza: Es una consecuencia de la religión animista: si cada cosa, además de su valor físico tiene su fuerza vital correspondiente con la que el hombre tendrá que relacionarse, concluiremos que los humanos están dentro de la naturaleza procurando que su energía les sea totalmente favorable. Esto tiene una dimensión sicológica importante puesto que el africano vive sin conflictos internos, al contrario del hombre griego y occidental, pero muy atento a todo lo exterior siendo un elemento más de la naturaleza que iguala completamente a todos los demás hombres.

Ante los estímulos externos reacciona de forma intuitiva y toma del arte, como en el caso anterior, objetos que le permitan mantener el equilibrio con las fuerzas que le rodean.

Comunión con los antepasados: En un orden lógico es con quienes se debe tener la primera y más fuerte relación. Olvidarlos sería perder el espíritu del grupo y cooperar a su destrucción, por eso se fomenta siempre su presencia espiritual y son recordados e invocados en los ritos comunitarios ofreciéndoseles, en ocasiones, sacrificios. El intermediario principal es el jefe que perpetúa la presencia de los fundadores y este hecho justifica el que su persona y entorno se vean rodeados de una dignidad conveniente. Los fundadores del grupo son los que se instalaron en el país y promulgaron las normas según las cuales deberían regirse todos; de la relación entre aquéllos y los vivientes hay una especie de alianza permanente que éstos deben mantener a lo largo de las generaciones. En efecto, todo el grupo tiene que conservar vivos el recuerdo y las enseñanzas de los antepasados pero, a su vez, éstos vigilan y protegen la comunidad. Este compromiso bilateral se mantiene por ceremonias y ritos en los que el arte, además de dar el soporte físico al alma de los ancestros, proporciona otros elementos necesarios para expresar esta comunicación y alianza.

Expresión de la vida comunitaria: El arte negro cumple una función social y nunca inpidual, lo mismo que el hombre africano no tiene sentido si no está formando parte de un grupo. El artista no plasma nada fuera del sentir comuni¬tario y aunque su libertad estribe más bien en la perfección objetiva y en el acabado, él no intentará nunca trasmitimos su ideal de belleza o su interpretación de lo que está haciendo, sino que nos ofrece una obra que todo el mundo entiende y comprende porque, en cierta medida, es la obra de todos. El artista no ha hecho más que interpretar el sentir común y ejecutarlo con su habilidad característica.

Funcional y utilitario: Ambos aspectos son una consecuencia de lo expuesto anteriormente. El objeto artístico es algo que cae fuera de la mera contemplación, pero que sirve para conseguir o transmitir alguna cosa predeterminada. Así, cuando una serie de ritos, ceremonias o danzas requieren persos objetos para conseguir la escenografía adecuada, éstos no actúan simplemente como elementos decorativos, sino como instrumentos necesarios para obtener el fin que se desea, de suerte que sin ellos no se conseguiría el efecto buscado. No se puede negar el goce estético al africano, pero éste no es la característica determinante de su arte; lo que prima es la función a la que se destina este arte, es decir, su utilidad o pragmatismo.

Interpretación de la naturaleza: El artista africano no es un fotógrafo ni reproduce la naturaleza, sino que expresa más bien lo que ella oculta siguiendo modelos naturales. Este expresionismo le lleva a captar el alma y la fuerza que cada cosa y cada situación tienen, dejando a un lado la apariencia material para introducirse en las interioridades. El artista sólo representará rasgos esenciales abandonando detalles y accidentes o reduciéndolos a la mínima expresión. Estas circunstancias explican el que se exageren ciertos detalles del cuerpo para llamar la atención de lo que realmente se quiere transmitir: pechos grandes significarán fecundidad o maternidad, barba larga carácter venerable del viejo, etc. Esta técnica de reducir formas que tiene el arte negroafricano es una de sus grandes contribuciones al arte moderno, lo mismo que su interpretación de la naturaleza en lugar de copiarla servilmente.

Simbolismo: Para el africano no hay retrato sino símbolo; no hay anécdota sino esencia. Aún las cosas más familiares y domésticas se hacen símbolos de forma que los signos no se limitan a representar, sino que hacen presentes de forma espiritual las realidades que simbolizan. En este sentido, la simbología natural africana es de tal riqueza que ignorarla nos llevaría a no comprender realmente gran parte de la obra artística. La relación íntima con la naturaleza conduce al africano a hacer unos paralelismos con la vida humana cuya incorporación a sus manifestaciones artísticas son de un enriquecimiento proverbial, sobre todo cuando se aplican a la escultura ritual.

Por eso importa tanto observar bien las formas esculturales y los aspectos que éstas resaltan porque en ellos está expresado el mensaje que se nos envía. Un personaje importante debe tener una cabeza destacada como sede de la inteligencia y fuerzas espirituales; un rostro sereno subraya la idea de la tranquilidad interna y de la intemporalidad; los hombros fuertes dan idea de poder; los ojos semiabiertos pueden indicar ausencia en el espacio pero presencia espiritual eterna al lado del pueblo que fue y que es el suyo; el vientre hinchado, los senos muy marcados o los órganos sexuales aluden a la fertilidad y procreación necesarias a la pervivencia del grupo y que por él están velando los antepasados; la postura frontal e hierática puede indicar en cierto momento signo de autoridad, pero también la posición de sentado define este mismo sentido unido al de la dignidad si se trata de un jefe… Es decir, que todo en la escultura puede traducir rasgos y detalles transmitidos por un lenguaje simbólico que es preciso captar para llegar a lo profundo del arte africano. Y junto a la expresión de la postura y el gesto hay que tener en cuenta también la decoración y los atributos que se asignan a la estatua que, ordinariamente, están llenos de sugerencias y significados.

El uso de animales sugiere la intención de destacar algunas cualidades asignando a cada uno de ellos virtudes simbólicas según los distintos grupos. Entre las poblaciones ribereñas del Níger y Bani el cocodrilo significa el agua fluvial que contiene el pescado base de su modo de vida. Para los Akan el varán (gran lagarto que puede sobrepasar el metro) está asociado a los ritos agrarios de la diosa Assié. La serpiente que en algunas partes simboliza la agilidad, en otras es el agua de lluvia que fecundiza la tierra o el animal en que se metamorfoseó el antepasado dogón. El león, la pantera o el hipopótamo representan el poder, el lagarto la vida, la tortuga la longevidad, la liebre la rapidez, etc. Para entender, pues, todo el sentido encerrado en una obra y encontrar una explicación conveniente será preciso conocer toda esta simbología animal sin cuya comprensión la manifestación artística no será suficientemente entendida.

Esto exige una iniciación que requiere colocar la obra en las circunstancias adecuadas de espacio, tiempo y cultura porque ésta aparece como una combinación de signos y significados que «recrean» una realidad, ayudándose de un vocabulario estable cuyos elementos no son una copia sacada de un objeto, sino que tienen un sentido más intelectual. Este lenguaje de signos se constituye según un código de expresión que varía de un grupo a otro; de aquí la gran riqueza de formas y significados que tiene cualquier obra africana.

Rítmico: El arte africano no es incapaz de manifestar movimiento, pero prefiere la serenidad y esto incita a pensar en una sobrecarga estática de sus obras. Aunque se trate de manifestaciones funcionales con normas determinadas, existe una gran riqueza de fantasía y espontaneidad para impedir que se caiga en un formalismo rígido. Logra esto gracias al gran espíritu de observación que tiene el artista y a su afán de transmitir esa fuerza vital a partir de cualquier estructura. Pero también consigue imprimir este ritmo a partir del juego de las proporciones y de los volúmenes obteniendo una armonía dentro de las líneas que enmarcan el espacio de la obra.


José Luis Cortés López.- Arte negro africano.


Ed. Mundo Negro, Madrid 1992, Págs. 92-95